Los amplios campos agrícolas que rodean este tranquilo conjunto rural dan carácter al paisaje y han constituido la principal actividad económica para las gentes del lugar. Podemos contemplar como en los meses estivales, el color amarillo, propio de los campos cerealistas, domina en la suave depresión que se extiende desde las llanas tierras de la Merindad de Castilla la Vieja hasta el Valle de Tobalina, y contrasta con el verde colorido, propio de la vegetación habitual de las riberas de los ríos.

Además de su habitual caserío de construcciones armoniosas, Campo nos invita a conocer su pequeña iglesia popular, que aún muestra con orgullo sus primitivos elementos románicos, entre los que destaca su sencilla portada.